lunes, 21 de febrero de 2011

LA LAIA ES DE AQUÍ.


Laia es de aquí.
Laia ha nacido aquí.
Laia es del país de su padre. Laia es catalana.

La Laia es una mezcla de culturas, como muchos otros niños, con padres de nacionalidades diferentes. Es una preciosidad, un encanto de niña, con su pelo rizado, sus hoyuelos y sus diez añitos. Madura, inteligente, cariñosa y de muchas risas, no para de curiosear, de escuchar con atención para sacar una conclusión de las cosas, de todo lo que la rodea…
La familia de la Laia es una familia como cualquier otra. Su padre, hombre generoso y de muy buen corazón, ha trabajado toda su vida para que a sus hijos, no les faltase de nada. Su madre trabaja, vela por su familia y sigue buscándose un hueco en esta sociedad en la que vive desde hace muchos años. Y los dos, siempre han intentado educar a su hija para que supiese valorar la libertad, desde el respeto.

Pero el otro día, a la madre de Laia se le rompió algo por dentro. A la madre de Laia, se le cayó el mundo encima, cuando descubrió unos moratones que la Laia le escondía. Se le partió el corazón cuando vio su hija romperse en lágrimas, explicándole aterrorizada, que unos niños de su escuela, más mayores que ella, la habían cogido entre varios y la habían pegado y golpeado, gritándole “¡Negra de mierd*! ¡Vete a tu país!”

Y la Laia no paraba de llorar, no paraba de llorar. Se le desató, la pena por dentro. Un llanto con sollozos ruidosos y con su dolor, abrazada a su madre, porque sabía que no había hecho nada malo para merecer estos golpes. Su madre no sabía qué hacer, ni sabía qué decir. Una cosa era sufrir ella, ataques racistas, pero otra bien distinta es que lo sufra una niña de diez años, su niña...

Pobre Laia... Estaba convencida de que ella era de aquí, que este era su país.

Con lo que nadie contaba era con estos niños crueles, almas mefistofélicas, niños violentos, maleducados y pérfidos, que yo diría que tampoco tienen la culpa, sino que sólo repiten lo que ven a su alrededor, lo que dicen sus padres, lo que dice la gente de su entorno. Niños socialmente malcriados. Niños familiarmente malcriados. Niños personalmente malcriados.
¿Por qué nadie, nadie les ha enseñado que hay negros que también son de aquí? ¿Por qué nadie les ha dicho jamás, que hay sudamericanos, chinos, paquistaníes que también son de aquí? ¿Por qué hay padres que no les enseñan esto a sus hijos? ¿De qué nos sirve a nosotros enseñarle esto a la Laia si los demás no se lo enseñan a sus hijos?

Algunos se pensarán que son juegos de niños, pero un juego en el que entran insultos y golpes, no es un juego de niños.

¿Qué tenemos que hacer para que esto cambie? Para que ningún niño tenga que sufrir lo que ha sufrido la Laia, para que ningún niño tenga que sufrir vejaciones por su color de piel, por su religión, por su acento... ¿Qué hay que hacer? Para que los niños no se discriminen entre ellos, para que se acepten unos a otros, porque la pluralidad cultural es el futuro social que nos tocará vivir;  El futuro social que les tocará vivir.

Y la Laia no paraba de llorar, la cabeza escondida en el cuello de su madre, que tenía el corazón latiendo a mil por la rabia que la poseía. La misma rabia que me poseyó a mí, porque la Laia es de mi familia.

La Laia es de aquí. Sus códigos sociales son los de aquí. La Laia es catalana. Siempre ha vivido aquí y lo tiene todo aquí. Su familia, sus amigos, su vida, su gente… Igual, exactamente igual que ellos, aquellos niños que la pegaron.

Y la madre de Laia, no podía hablar, con un nudo en la garganta, cuando su hija entre sollozos, le decía:

-“Pero yo, mama, ¿de dónde soy?”

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lunes, 14 de febrero de 2011

AMOR, CRONOPIOS Y RANAS.


Ayer estuve en tu ciudad.

Ayer estuve en tu barrio y ayer hablé con tus amigos. Ayer, recorrí otra vez todas las calles de mis recuerdos. Ayer me volvió a doler todo. Me dolió mi alma, me dolió mi espíritu, me dolió mi ánima, me dolió mi ser.

Me dueles...

Un dolor no físico que me hace retorcer los dedos de los pies y del que para salir, mi mente imagina mil otros actos lacerantes.

Ayer te volví a vivir. Ayer estuve en tu calle. Quise no mirar nada, pero lo vi todo. Ayer me odié por querer de esta manera, no sólo a ti sino a todo, con apego. Ayer, otra vez, se me abrió la llaga. Una herida profunda, abierta y febril. Un dolor sangriento como el dolor del toro en la plaza, que sangra a las puertas de la muerte, en la hora de Lorca. Un dolor que ciega. Dolor de las estatuas inmóviles, dolor que hace suspirar.

Ayer se me juntaron todos estos meses, todo este tiempo. Y la realidad me abofeteó recordándome que para mi pena, el tiempo había pasado en vano. Y pensé en todos los nuevos amigos que he hecho y que me hubiera encantado presentarte. Gente fantástica que he conocido y que a ti, también te hubiera encantado conocer. He descubierto cosas, música, libros, lugares, poesías. He descubierto conversaciones... un sinfín de cosas, que me duele no poder compartir contigo. Me apena porque sé que te encantarían y porque aunque no te lo creas, tú y yo compartíamos muchas cosas. He vivido unas experiencias espectaculares, que me hubiera encantado explicarte porque tú me escucharías con ilusión y con aquella fantasía que a ti y a mí nos hace brillar los ojos.

Ayer me volví a sentir toda pequeña, como el sol justo antes de que caiga la noche, aquella noche oscura que tengo dentro de mí; La misma oscuridad de cuando los corazones se miran de frente.
Ayer no llore, pero noto que mis lagrimas están allí. Siento como quieren salir de mi fortaleza. Sé que acabarán encontrando la manera de salir y sé que lo harán de la manera más absurda posible, sin que les importe el lugar ni el momento.

Ayer te volví a echar de menos. Ayer te volví a querer. Y me odie por ser tan débil. Ayer necesité un abrazo. Uno. Un abrazo de algún amigo o de cualquier desconocido que me compadeciese. Pero estaba sola e intente dármelo a mí misma. Después de todo, soy la única que sabe todos los matices de mi historia,  la intensidad de mi aflicción. Me intente abrazar con todas las palabras más tranquilizadoras que conocía. Tuve pena de mi misma por no saber querer. Amor, cronopios y ranas. Y de golpe tuve una certeza enorme. Yo te querré ver. Si. Porque no? Pero sólo cuando deje de quererte.

Las cosas que importan se han de tener al lado y no lejos para disfrutar de una falsa libertad.

Ayer, soñé que me querías...

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lunes, 7 de febrero de 2011

VODÚNSI.


En un pueblo del Dahomey, alguien cantó: “Vodounsi ɗʝa houn do gbɐ gbɛ. Min mɐn yon nin nɐn hwɛlɛ vɔvɔ. Nu ɛ wɐ wɛ Vodounsi ɖɛ ɔ, Hwɛssɔlin nɨ do sɨ n dɛʝɨ…”, orando al entonces Rey Houéssolin, a poner un límite al poder social de las Vodúnsi.

En el Dahomey hay una pluralidad de religiones que conviven en una gran armonía. El animismo como religión nuestra y no importada, es un politeísmo en el que varios Vodús coexistan en el mundo sin chocar los unos contra los otros e en fraternidad, velando por el bien de todos. El animismo se basa en la creencia de que todos los seres vivos, los objetos y los elementos naturales tienen un ánima, una fuerza vital, un espíritu místico, un Dios, un Vodú. Hay varios Vodús: el Vodú del trueno, Hêviosso; el Vodú de la tierra, Sakpata; el Vodú de las aguas, Dan… En el animismo, también se reza a los espíritus de los antepasados, junto con los Vodús para que obren a favor a los vivos.

E igual que en el Cristianismo hay una jerarquía de curas y adeptos, en el animismo hay lo mismo. La jerarquía del culto al Vodú, simplificándolo, pasa por el Dahgbo Hounon, que es como un papa, el Houngbonon que sería como un cura, y los adeptos iniciados. Todos, con unos conocimientos inmensos en herbolaria, en fitoterapia, en el tiempo, en cosas de la tierra...

Un Vodúnsi es un adepto de un Vodú. Esos adeptos se dedican y respetan todas las normas y todos los códigos religiosos de cada vodú. En el animismo, ser adepto es sagrado. Es sagrado, más que sagrado y pasa por encima de las emociones. En el animismo, los pecados toman más forma de pecado, pero de pecado de verdad y son castigados inmediatamente. E igual, la conciencia toma más forma de conciencia, ya que los juramentos son mucho más reales y signados con pactos de vida. Pactos firmados y sellados. El Vodú es implacable cuando no se respetan las leyes de coexistencia, las leyes de lealtad y de no-violencia, las leyes de juramentos. Y son generosos cuando ven que alguien respeta los valores básicos de la vida. Ser Vodúnsi no tiene marcha atrás. Cuando se es, se es para siempre. La mayoría son mujeres.

Aquí hablo de las mujeres Vodúnsi.
Cada Vodúnsi antes de morir se tiene que buscar una sustituta. Y así, muchos son Vodúnsi por herencia. Muchos autóctonos, no pudiendo tener hijos, se lo piden al vodú prometiendo darle el hijo como Vodúnsi. Otros rezan a un Vodú para la cura de la enfermedad de su hijo, y prometen al Vodú darle el hijo como adepto si se curase o hacerse ellos, adeptos. No os lo vais a creer pero muchas veces o en todos los casos, el deseo es concedido por el Vodú que espera pacientemente que los padres les diese a la progenitura para iniciarle en el largo aprendizaje del animismo. Muchas veces, la gente no cumple el pacto hecho ante el Vodú, pero como todos los dioses, para los Vodús, un pacto es sagrado, por lo que los padres que rezaron día y noche para tener un hijo podrían perder al susodicho o la enfermedad curada milagrosamente vuelve a dar muestras.
Se puede ser Vodúnsi por voluntad propia. Quien quiere puede ser Vodúnsi, siempre y cuando este dispuesto a cumplir el largo camino de aprendizaje para ser llegar a serlo i estar dispuesto a cumplir todos lo que conlleva ser Vodúnsi. A veces incluso, es el propio Vodú él que escoge a su adepto.

Al principio de su aprendizaje del culto, las Vodúnsi son internadas en un convento. El Houngbonon consulta el Fâ, nuestra geomancia, para saber cual es el vodú con el que ha nacido el adepto. Cada uno de nosotros, igual que tiene un horóscopo, tiene un Vodú al que está relacionado y que le ha creado. El internamiento dura a veces hasta 8 meses, durante los cuales aprenden varios idiomas diferentes. Cada Vodú tiene su idioma, distinto de todos los dialectos e idiomas del país en cuestión y de los países alrededores, lenguas que no se hablan en ningún otro sitio. Lenguas de Vodús. Durante el internamiento, también aprenden los mandamientos de cada Vodú. Mandamientos del animismo que son aproximadamente y a “vérité près”, iguales que los de la Biblia: "...No se ha de tomar el nombre del Vodú a la ligera; El día del Vodú es santo; Se ha de honrar a los padres y a las madres; No se ha de matar, ni cometer actos impuros; No se ha de robar, ni de mentir... Los iniciados prestan juramento y juran con su vida que respetarán todas las leyes del Vodú.

Leyes, mandamientos, tótems y tabúes.

También aprenden todas las ceremonias y los pases de baile, propios de cada Vodú y propios de cada ceremonia. A los adeptos se les hace unas cicatrices en la cara, doce; En el cuello, cinco o seis; En los brazos, en la espalda, en todo el cuerpo, para mostrar su condición de iniciados. Cada cicatriz tiene su sentido, igual que cada número de cicatrices. Hay mucho más cosas que pasan en el convento, cosas que yo no sé, cosas que no se pueden saber, cosas que no os puedo contar...
E igual que en la iglesia católica, te cambian el nombre al bautizarte, a los Vodúnsi, les cambian el nombre, dándoles un nombre de vodú, un nombre animista, diferente en resonancia a los nombres autóctonos, nombres sagrados que sólo pueden tener los Vodunsi. Nadie más que los iniciados pueden llevar este nombre. Y cualquiera que lo hace sin serlo, o juega a decir que se llama así, está profanando al vodú y corre el riesgo de ser castigado.
Las Vodúnsí sólo pueden salir del convento al finalizar su tiempo de aprendizaje. No antes. Y cuando salen, lo hacen vestidas de Vodúnsi con sus abalorios y no pueden hablar el idioma local, sino sólo las nuevas lenguas del Vodú durante un tiempo pase lo que pase, aunque nadie les entienda.


Los Vodús tienen muchos tabúes. Y son una serie de cosas que no se puede hacer a los Vodúnsi, ya que representan directamente al Vodú. Son cosas que tienen como base la busqueda del bienestar social y de la harmonía en la convivencia. En efecto a una Vodúnsi, no se la puede agredir, ni físicamente, ni verbalmente. No se les puede insultar. Ellas sí, por esto. A las adeptas de Hêviosso, nadie les puede romper una jarra, porque es una manifestación de su Vodú. No se puede pegar a una Vodúnsi o romperle una prenda de ropa que lleva encima. No se puede coger carbón al rojo vivo del fuego de una Vodúnsi y volverlo a tirar dentro. No se puede forzar la cerradura de la puerta de una Vodúnsi. No se puede decir a una Vodúnsi: “estás loca” o alegar cualquier anormalidad mental respeto a su persona. No se puede llamar a la Vodúnsi por su nombre de nacimiento, ya que renunció a él para adoptar el nombre de su Vodú, no se puede hablar el idioma de los Vodúnsi, si uno no lo es. Lo puedes entender, pero no puedes hablarlo…Y más.

Los Vodúnsi no deben tener mala conciencia ni tener preocupación por causas de violencia. Está tangentemente prohibido a costa de su vida a las Vodúnsi pelearse. Por esto los tabúes son de obligatorio cumplimiento tanto por ellos como por los otros del pueblo. Todo el mundo en el pueblo sabe qué cosas no se puede hacer a una Vodúnsi. Si se saltan las normas, a la Vodúnsi le llega su vodú y entra en trance. Entra en otro mundo en el que no reconoce nada de lo que está a su alrededor. Para remediar, hay que hacerle carísimos sacrificios al vodú mediante ceremonias, sacrificios a cargo del que ha provocado la alteración del vodú. Cualquiera persona no Vodúnsi, que profana un Vodú, lo paga con carísimos y largos ceremonias a su cargo. Y si no lo hace, van hordas y hordas de adeptos de todos los Vodús del pueblo e incluso de otros pueblos, para destrozar su casa e obligarle a pagar para acabar el sufrimiento de su hermana Vodúnsi que está sufriendo en trance. A veces, incluso va gente del pueblo para hacer pagar al culpable. Nadie quiere ver a una Vodúnsi sufriendo porque saben que si nadie hace nada, el Vodú castiga a todos por no tener empatía y no socorrer a una adepta suya.
El Vodú del trueno castiga con su rayo. El vodú de la tierra castiga propagando la viruela. Gou, el Vodú del hierro castiga con accidentes  sangrientos... Cada Vodú tiene su castigo que se reconoce en seguida.
Muchos se arruinan para reparar una ofensa hacia un Vodú e ante esto, cualquiera desiste de insultar o de enzarzarse en una pelea con una Vodúnsi. Las ceremonias son largas y pesadas para los Vodúnsi y por esto, los adeptos también intentan cumplir las leyes y no pueden buscar pelea porque corren el riesgo de que alguien se salte las normas.

La ideología del Vodú es que todo el mundo viva en armonía. Las Vodúnsi no se pueden pelear o mantener discusiones acaloradas con nadie, ni nadie con ellos. Si los Vodús no se pelean, los humanos también pueden no hacerlo. Los Vodúnsi tienen que tener templanza y no perder los nervios en cualquier situación, pase lo que pase.
Los adeptos saben interpretar signos del destino y el vodú se les manifiesta por causas del azar, por sueños o por deja-vu’s extraños. El vodú protege a la Vodúnsi, a sus hijos, a su familia y a la gente que está alrededor de ella.

Una Vodúnsi no es una sacerdotisa.Hay varios Vodúnsi. Los nombres de cada categoría de adeptos varia según el Vodú. Hay los Adansi, los Sogbossi, los Kpadesi, los Agbesi, los Ahoyi. Un nombre para cada forma que tiene el relámpago de pronunciarse. También hay los adeptos del Aganma, los Anagonouvi…
Ser Vodúnsi, es ser igual que cualquier otro adepto de cualquier otra religión. Sólo que el animismo es intransigente para el respeto de sus leyes, igual que lo son los dioses que castigan a los que se lo merecen y colman de riquezas a los que también se lo merecen. He vivido de muy cerca la realidad de una Vodúnsi. La Vodúnsi que me parió. Toda llena de cicatrices, que habla más de dieciséis idiomas diferentes y que es adepta del Vodú Aganman; Vodúnsi por herencia desviada, con su nombre de Vodunsi Windjoe.Yaïvi Windjoe, sus dos nombres que puede utilizar, dejando de lado otro que tenía y con el que ya nadie la puede llamar.

Y  aún recuerdo aquel cantautor que cantaba al Rey de mi pueblo. " ...Que las Vodúnsi paren de hacer lo que hacen, y de decir las cosas que dicen... Porque el precio de un insulto... es otro insulto..." decía él, cuando algunas Vodúnsi, sabiendo que nadie les puede tocar, abusaban un poco de su poder social. Y su canción tenía una melodía tan bonita, que aún la recuerdo a través de la bruma de los años.

Ser Vodúnsi es duro. Pero siempre es placentero creer en algo y saber que en lo que tienes fe está allí velando por ti y por los tuyos.
Sino que se lo pregunten a mi madre que es la Vodúnsi de la foto de arriba. Y la de abajo.

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martes, 1 de febrero de 2011

PENSAMIENTO.


Esta mañana, he ido por el centro de Madrid. Más concretamente por la zona de la plaza Mayor, sola, paseando y observando todo a mí alrededor. Hace buen tiempo y la gente va con manga corta. Es Octubre. Se está muy bien al sol y además, a la sombra no hace frío. No he podido evitar sonreír con varias estampas con las que me he encontrado; Todas las estatuas vivientes se estaban maquillando y preparando para un día duro de trabajo pero que ya se auguraba exitoso, porque las calles estaban llenas de turistas, de jubilados, de familias, de gente joven... Me notaba envuelta en un sentimiento de paz y de felicidad.

Pero tengo que confesar que esta mañana, esa misma mañana, durante unos minutos, me he decepcionado a mí misma.

Como es natural, cada vez que voy por estos sitios tan turísticos, no puedo evitar ser precavida con mi bolso, ya que he tenido malas experiencias. Por esto, tengo cien ojos, atenta a todo y a todos.
Dirigiéndome a la Plaza Mayor, he visto como una pareja de turistas mayores, ingleses o americanos, cogidos de la mano cruzaban la calle, justo a mi lado. Y unos segundos después, un chico negro de unos 20 a 25 años me empuja levemente para ponerse al lado de la señora. Y he pensado: "Espero que la señora tenga cuidado con el bolso". Lo he pensado porque intuitivamente me ha parecido muy extraño el empujón del chico y sus ganas de ponerse al lado, justo al lado de esa señora canosa. Pensé en seguirles con la mirada para ver si así, el chico desistía en su voluntad de robar. Eso. Yo di por sentado que eso era lo que él quería: robar. Y por esta razón tenía tanta necesidad de ponerse al lado de esta pareja blanca de extranjeros.

Y de repente, vi que la señora levantaba la mano para acariciar la nuca del joven y entraron juntos a una tienda de souvenirs...

Me sentí avergonzada y me quedé decepcionada conmigo misma. No me esperaba en ningún caso, que fuera su hijo. Tuve la certeza de que lo era, ya que luego me quede observando y me di cuenta que tenían que ser familia, por el cariño y con la cercanía que se hablaban.

Esto me hizo pensar que igual que yo, muchos, seguramente habrán podido pensar lo mismo alguna vez y también me paré a pensar lo difícil que puede ser para una familia multirracial el día a día, a veces. Y eso que en mi familia hemos tenido experiencias de ese tipo.

Yo misma soy adoptada y por eso me he sentido profundamente avergonzada.

Creo que todavía falta mucho trabajo por hacer. Espero y no quiero ofender a nadie con ningún comentario, solamente expreso de corazón algo que me ha sucedido hoy.

No soy racista. ¿Pero por qué pensé así? ¿Por qué? ¿Tan difícil es no prejuzgar a la gente por su color de piel? Recuerdo que a los dieciocho años tenía un novio negro y me enfadaba mucho cuando por la calle, las señoras se sujetaban el bolso nada mas verle, y yo tenia ganas de gritarles: "¡Es un buen chico, como cualquier otro , con un corazón así de grande!"

Pero esta mañana me he encontrado haciendo lo mismo, y por eso y más que nunca las familias multirraciales tienen que saber lo que les viene encima, afrontarlo y saber que son familias diferentes y estar unidas ante todo esto.


Escrito por Laura Heckel, autora del blog http://www.adopmundi.com/

Gracias Laura.

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